Juan
Valdano
Octavio Paz fue un
intelectual de su siglo, el pensador atento a los acontecimientos de su tiempo,
el escritor que reflexionó sobre la historia, la sociedad, la filosofía, el
arte y la política del convulso siglo XX. Poeta y ensayista, dos formas de lo
literario en las que Paz es uno de los grandes de las letras hispanoamericanas,
dos vías por las que corre su palabra, dos expresiones de un mismo espíritu ya que
Paz es tan poeta cuando escribe un ensayo, como pensador cuando se eleva en la
lírica. Fue el ensayo el gran escenario en el que desplegó tanto su imaginación
poética como el destello de sus visiones, juicios y teorías. Poeta reflexivo y
ensayista lírico, tal es el anverso y el reverso de su obra literaria.
Al igual que Jorge Luis
Borges, Octavio Paz es de esos pocos escritores latinoamericanos que abordaron los
grandes temas del pensamiento universal desde nuestra cultura. En Borges, esos
temas son vistos y explicados desde la perspectiva argentina; en Octavio Paz,
desde la perspectiva mexicana, lo que equivale a decir desde una cosmovisión
mestiza, hispanoamericana. Desde el alma mexicana, Octavio Paz entendió el
mundo, dio una versión nuestra de lo universal, habló por todos los
hispanoamericanos.
Esta es la gran lección que,
a nosotros, hombres del Ande y el trópico, nos ofrece el autor de “El laberinto
de la soledad”: abordar lo universal humano desde nuestra experiencia cultural,
desde una tradición en la que pesa tanto lo americano como lo europeo, y entre
los dos, lo africano. Algo más, mucho más que ese cliché de “la raza cósmica”
que sostuviera Vasconcelos, su coterráneo.
Como ecuatorianos, nuestra
vocación cultural no se limita a esa autocomplacencia de sabernos el ombligo
del mundo, no está en el regodeo onfálico y equinoccial tan ensimismado,
restrictivo y localista, tanto que nos opaca la visión de ese ancho mundo que se
abre más allá de este cielo, la latitud cero. Pensadores como Paz o como Borges
nos enseñan que la vocación cultural de nuestros pueblos es asumir lo universal
sin renunciar a lo que somos, esto es, siendo hondamente andinos; es participar
del gran banquete de la cultura del mundo no como ha sido siempre,
furtivamente, a la hora de los postres, sino con el mismo derecho que han ostentado
los demás pueblos del orbe.
En Octavio Paz hay más que
un pensador y un poeta excepcional, en
él confluyen tantos modelos de intelectual que Enrique Krauze trató un día de explicarlo así: “Imagínense a
un filósofo griego, un tribuno romano, un humanista del Renacimiento, un poeta
metafísico, un sabio de la Ilustración, un revolucionario girondino, un rebelde
romántico, un poeta del amor, un anarquista natural. Todas esas corrientes de
civilización, asumidas, encarnadas, recreadas por una sola persona, eso es,
aproximadamente, Octavio Paz”.
Publicado en Diario EL COMERCIO, Quito, 05 - 04 - 2014
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