miércoles, 29 de octubre de 2014

UNA NOVELA POLICIAL DE JUAN VALDANO

                 Novedades y audacias de Anillos de serpiente

                                      Jorge Dávila Vázquez

La novela policíaca

En el Ecuador no existe una tradición de narración policíaca, aunque en algunos textos, como en Un hombre muerto a puntapiés de Pablo Palacio o en Sueño de lobos de Abdón Ubidia se desarrolle, de algún modo, una encuesta policial o una trama de suspenso y acción, respectivamente. El caso concreto más reciente de una novela policial pensada y escrita como tal, antes de la de Valdano, es la de La reina Mora de Santiago Páez. ¿Por qué la ausencia del género en nuestras letras? Quizás porque la sociedad siente a las fuerzas del orden como una de sus mayores debilidades y la ficción no lograría sustentarse en el referente de un mundo en que campea, casi siempre, la impunidad, no por la falta de voluntad de quienes llevan las investigaciones, sino por las carencias de medios de los investigadores, y quién sabe si, en muchos casos, por la falta de conocimientos y preparación también.

La novela de Valdano

Lo policial
Anillos de serpiente es, sin duda, una novela policíaca: la muerte aparentemente natural del caudillo político del pequeño pueblo de Todosantos, Fico Farah, desata una ola de recelos, que desemboca en una encuesta ordenada por el mismísimo ministro de gobierno sobre su posible asesinato, como fruto de una conspiración política. Los avatares de la investigación los llevarán sobre sus hombros dos personajes sumamente pintorescos: el licenciado Heráclito Cardona, un burócrata que viene de la capital, y el comisario del lugar; Tiberio Sangurima, especie de versiones criollas de Holmes (incluso el protagonista dice que, para su mujer, él es un Sherlock Holmes) y Watson.

Los pasos que se siguen en el desarrollo del acontecer, las entrevistas con los personajes claves tales como Mary Morán, la viuda; Bruno Favri, el oponente político de Farah, médico de inclinaciones socialistas; la misteriosa viuda Corina, encarnación de la decadencia y la sex appeal de otra época; las intrigas secundarias, las pistas, las amenazas, los enfrentamientos, la violencia que llega a lo brutal, a lo mercenario; la persecución final de los culpables, todo forma parte de una trama policíaca.

Otras características que permitirían incluir el libro dentro del subgénero que nos ocupa son el modo sistemático, ordenado como Heráclito va develando lo que él piensa que es verdad, ante el asombro de Tiberio, que pasa lentamente de la indiferencia y el escepticismo a la admiración; la típica caracterización de los involucrados, con rasgos casi expresionistas: las femmes fatales: Mary con su toque de viuda alegre, Corina con su si-es­-no-es de madame jubilada de algún inverosímil burdel; María, con su aire ambiguo, entre la inocencia y la revancha, Rosana con su carga de misterio y de dudas; los villanos: el manipulador coronel Colbert, el arrogante Tigre, el corrupto Farah; el insignificante Ornar el Bizco.

El investigador, cuya pintura está, a no dudar, inspirada en los personajes del tipo que nos ha dado la pantalla, en especial aquel con un corte a lo Humprey Bogart, un poco cínico, frío, con un leve matiz donjuanesco, un acentuado gusto por el alcohol y el cigarrillo, y hasta un rasgo externo clásico como el sombrero Borsalino, ligeramente ladeado.

Por tanto, bien podríamos concluir que se trata de un ejemplo de lo más cabal del relato policíaco entre nosotros. Bien logrado, cuidadosamente estructurado, de estupenda factura, tanto en lo que tiene que ver con la peripecia, como con los personajes y los ambientes, cuya pintura es de excelente calidad, piénsese sino en la evocación de la atmósfera de la casa de Fico Farah, en el parquecito de Todosantos, en el "Gato Negro" o el "Exclusive Club". Un libro de intriga, agradable y hasta fácil de leer, entretenido, escrito en lenguaje vivo, dinámico, un poco irrespetuoso, como suele ser el que se usa en el género policial.

Lo político y lo social

Pero una lectura que se quedara en los atractivos de la obra como un ejemplo de novela policíaca, omitiría tal vez lo medular de este libro, su profunda connotación político-social.

Es tal el impacto que ha sufrido Valdano por la corrupción política que ha atravesado el país en la última década (la de 1990), que nadie que se acerque al texto con la necesaria perspicacia puede pasar por alto las referencias inmediatas, aunque el autor haya querido alejarse al modo de Brecht de lo próximo, ubicando el desarrollo del relato en 1961, durante la cuarta presidencia de Velasco Ibarra.

Cierto que muchas acciones externas a la ficción corresponden a ese momento histórico, pero las referencias inmediatas son innegables; por ejemplo, Fico Farah es claramente reconocible en el último de nuestros caudillos populares, pues su caracterización física, la voz, los rasgos, la preparación intelectual, los discursos, su propensión a la corrupción, por supuesto hiperbolizada en el nivel ficticio, se corresponden con una imagen de todos conocida. Y lo mismo podemos decir de El Tigre que revela las características de otro personaje muy conocido de nuestra política, solo cambiando la especie animal usada como metáfora, muy levemente.

La manipulación de la realidad, la falta de escrúpulos, el abuso del poder revelado en Colbert, quien aparentemente es el rico propietario de una empresa de fachada muy correcta, pero por cuya puerta trasera sale el contrabando a las "bahías"; la protección, el encubrimiento del Estado a más de un ilícito; los intereses oscuros; la politiquería y la burocracia; la situación de miseria de la gente, pintada en múltiples momentos del libro, la insistencia en la soledad de los ancianos, en su desamparo, que busca simples o extrañas evasiones, la fuerza de la reacción popular ante la mala  y corrupta administración pública, todo resulta turbadoramente cercano y conocido, e inscribe al libro entre los más beligerantemente sociales de nuestra literatura.

En contraste con los aspectos negativos de lo político-social, hay que destacar que se eleva la figura de apóstol laico de Favri, un hombre honesto que solo aspira a aliviar el dolor, ya sea físico, ya social, de su pueblo. Y también la conmovedora caracterización de Heráclito, que luego de una carrera de trepador, como la de innumerables burócratas, llega a enfrentarse consigo mismo y decide cambiar el rumbo de su vida. Aunque nunca vemos a Diego, el hijo, su constante evocación, su encuentro en el joven estudiante que muere -en los brazos de Cardona- durante las manifestaciones, constituyen uno de los resortes de cambio fundamentales en el desarrollo literario de la personalidad de su padre, el protagonista.

Lo literario

Pero tampoco podemos quedarnos en estos importantísimos aspectos del libro, aunque constituyen lo medular de su desarrollo, pues Anillos de serpiente es, por sobe todas las cosas, una obra literaria, un texto que revela un minucioso trabajo de Valdano en diversos planos de la palabra y el imaginario narrativo, por ejemplo:

El uso de una lengua apropiada para cada estrato social de los personajes, todas ellas construidas con una versatilidad y una frescura muy interesantes. Cuando se trata del protagonista, no se ahorran discretos niveles líricos.

La caracterización de los personajes, la mayoría de los cuales está estupendamente pintado, con un sentido de autonomía, de vida propia y hondura psicológica y humana, que resultan sus mayores aciertos. A veces, como en el caso de Jonás, el estrato mítico hace su irrupción en el texto con fuerza.

La ambientación, que está llena de rasgos realistas, pero también intensamente poéticos; recuérdese, por ejemplo, cuando al hablar de los árboles del parque del pueblo dice que son "bulliciosas catedrales de cotorras", o el modo ejemplar como crea la atmósfera decadente, fantasmal de "El gato Negro".

La estupenda y dinámica narración de los hechos en todo el libro, en especial en la secuencia nocturna que ocurre en “El Gato Negro" que resulta el momento culminante del acontecer, como una suerte de metáfora de la evocación de los muertos, que traían los
La estructura que, en apariencia, es lineal, convencional, pero que está salpicada de flash backs, de vueltas hacia el pasado, concebidas con un dinamismo, una agilidad y una aparente espontaneidad, en los que cabe reparar cuidadosamente.

El uso simbólico que da título a la obra: Milla, el representante del poder corrupto, se sienta (o se asienta) en un sillón con patas de serpiente; el protagonista sueña que una serpiente oprime a un niño indefenso (¿los inocentes?, ¿los pobres?, ¿los jóvenes?, ¿la patria?); en el parque del pueblo, como en el jardín del Edén, se enrosca una serpiente; Corina dice a Heráclito que está metiendo las manos en un nido de víboras, y ella lleva un colgante con una serpiente; el "Exclusive Club" es definido como "el santuario de la gran víbora"; la escritura de la crónica de la encuesta sobre Farah es para el narrador-protagonista una liberación de su vieja pesadilla de la serpiente.

Por último, el libro resulta, hacia el final, un conmovedor homenaje de un escritor a otro, de Juan Valdano a Pedro Jorge Vera, el eterno combatiente, mencionado más de una vez en el texto, y que en el epílogo resulta el elemento redentor del burócrata que logra salir del círculo vicioso de su trabajo inútil y propenso a la corrupción.

Hay en esta atractiva y singular novela de Juan Valdano, como en toda producción literaria de trascendencia, una múltiple posibilidad de otras lecturas; pero las que hemos insinuado en estas páginas, pueden ser caminos para llegar a uno de los libros más interesantes, ricos y sugerentes de la narrativa ecuatoriana de hoy.
1998.

* Prólogo a Anillos de serpiente; edición de Libresa. Quito, 2003.


JUAN VALDANO Y SU NOVELA HISTÓRICA "MIENTRAS LLEGA EL DÍA" (1990) *

´                                                       María Isabel Hayek
                                                       Colegio Alemán, Quito

Juan Valdano ha retratado (en Mientras llega el día) la vida en la Audiencia de Quito, a finales del siglo XVIII y principios del XIX. A lo largo de toda la obra, el escenario fundamental en el que tiene lugar la acción es la ciudad de Quito en toda su magnitud. Todos los movimientos de los personajes ocurren en un ambiente que recrea la vida cotidiana del Quito colonial, de la que el autor no ha olvidado  ningún detalle. Calles y barrios –San Roque, San Marcos-; conventos e iglesias –San Francisco, La Compañía-; las principales plazas –la plaza grande, San Francisco-; la biblioteca municipal y la universidad de San Gregorio; el Cuartel Real de Lima; las fonda; los talleres; las viviendas de mestizos, criollos y nobles españoles; las quebradas y los alrededores o afueras –Guápulo, el Pichincha y el valle de los Chillos, por ejemplo- albergan y esconden a Pedro Matías Ampudia y a los rebeldes que los acompañan mientras los soldados y las autoridades españolas los persiguen. 

Así mismo, el tiempo de las acciones está concebido e tal modo que el presente de la acción –el 2 de agosto de 1810 y los pocos días precedentes- alterne con el pasado que dio origen a la insurrección, que retoma el famoso “primer grito” del 10 de agosto de 1809 y toda la etapa colonial en la Real Audiencia de Quito. En rigor se produce una constante alternancia entre tres tiempos diferentes si se considera la perspectiva histórica del novelista y los lectores contemporáneos, herederos de esa Historia, latente en todos los ámbitos de la organización social, de la vida cultural,  en la arquitectura y en el trazado urbano del Quito colonial.

La lógica de la relación espacio-tiempo que se impone en Mientras llega el día  es la de la insurgencia, la de un corte en la historia, la de la necesidad de ruptura y transformación. De acuerdo con la teoría del cronotopo de Bajtín, la relación entre tiempo y espacio no solo es indisoluble sino que tiene sentido en la medida en que organiza los principales hechos argumentales. Todo apunta a la ruptura del orden, a la protesta; es decir, se narra la organización clandestina de una rebelión y la correspondiente resistencia por parte de quienes se oponen a ella de ahí que, de principio a fin, los personajes permanecen divididos en dos frentes; los que huyen y se esconden porque pretender subvertir el orden imperante y los que persiguen y encarcelan para mantener el estado de cosas y reprimir la rebeldía. Los que actúan movidos por el bien común a pesar de sus complejos e inseguridades frente a los que sucumben ante la mezquindad y el arribismo. La meta es la asunción de una identidad múltiple al amparo de la justicia.    

Libertad frente a injusticia y opresión, pero libertad con identidad, podrían ser los términos que ilustren el principal enunciado de la novela. L título de la novela lo resume todo: Mientras llega el día. En él Valdano ha conjugado muy bien la tensión del momento, es decir, la coyuntura correspondiente a la rebelión popular que se prepara y que dota del sentido de inminencia a la historia relatada y, al mismo tiempo, la recuperación de la que vendría a ser la otra cara de la realidad histórica, es decir, el proceso, la historia precedente que acarrea un conjunto de situaciones y hechos sociales y políticos que explican la insurrección popular
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Según el historiador Hyden White (1), tanto la historia como la literatura deben ser escritas y leídas como elaboraciones discursivas en las que aparecen recurrentemente cuatro tropos: la metáfora, la metonimia, la sinécdoque y la ironía. En este contexto, cabe mencionar la simbología que adquieren en Mientras llega el día tanto la piedra como la fachada de La Compañía, que se convierten en metáfora y sinécdoque, respectivamente, y que reflejan una de las ideas de Valdano: la de la perdurabilidad y la maleabilidad de un material genuino, pesado y duro  como la piedra, que sostiene la ciudad y la adorna; piedra convertida  en sinuosas columnas que en la fachada del templo de los jesuitas encubre y revela la expresión más palpable de la Historia de la población quiteña: su mestizaje. Y en relación con ese fenómeno social, cultural e histórico se puede leer también el título de la novela desde el momento actual: mientras llegue el día en que en el Ecuador asuma su identidad mestiza. Este es, desde mi punto de vista, el eje semántico alrededor del cual Valdano ha retomado el episodio del 2 de agosto de 1810.

El autor ha creado la figura de Pedro Matías Ampudia para encarnar en él el drama histórico social que supusieron las gestas libertarias y, en ese sentido, este protagonista persigue el ideal de libertad que animó a los próceres a luchar contra España para conseguir la independencia y luego construir sus Estados nacionales. La preocupación por lo nacional que anima tanto al personaje principal de Mientras llega el día como al autor, no es sola la de la emancipación política, sino la de la cohesión social en torno a la figura del mestizo. Y este último rasgo es el que da a la obra de Valdano un tinte realista: por el énfasis puesto en la problemática social y no solo en el ideal del protagonista. Como dice Jean Franco, el realismo evidencia “todas las tentativas de pintar el mundo y la sociedad exteriores con verosimilitud”. (2) Mientras llega el día comparte rasgos románticos y realistas. Pedro Matías Ampudia no representa únicamente al héroe de la novela que lucha por un ideal libertario, sino que adquiere tintes realistas porque guarda la eterna pugna de sus ancestros en su interior; se ha formado bajo los principios de la Ilustración y establece relaciones con criollos, indios, curas y mestizos, lo que lo ubica en el centro del conflicto sociocultural que subyace en la lucha contra las autoridades de la Real Audiencia. De este modo Valdano incorpora su tesis de que el problema histórico esencial para este país radica, aún hoy, en la asunción de la propia identidad. Esto responde a la

voluntad de establecer un puente constante entre la actualidad entre la que los textos se escriben y el pasado al que evocan… Intención testimonial que debe reflejar una conciencia aguda de la temporalidad y de su transcurso, una comprensión no solo de la época que se describe sino como influye ese período en el presente en el que están situados el autor y el lector. (3)

        La insistencia en el tema de la identidad a través de las palabras de Espejo y de los conflictos concienciales de Ampudia y de los otros personajes, refleja esta preocupación del novelista que atraviesa buena parte de su producción ensayística y ficcional. Además, con el afán de no ofrecer una visión simplista y reductora de este momento histórico, y de no ceñirse únicamente a los acontecimientos de orden político, Valdano penetra en la cotidianidad de los quiteños: hay lugar para el amor, para las reflexiones sobre la identidad y el mestizaje; para referir las prácticas  de una alcahueta que a su vez hace de curandera; para destapar las inmoralidades de ciertos curas, entre otros muchos eventos. Como se ve, la novela se abre al ámbito de lo local y cotidiano, al terreno de las costumbres y tradiciones; no descuida tampoco la problemática social y cultural; es, en este sentido, una clara fusión romántico-realista.

        El acercamiento al lado humano de los personajes históricos y de la población quiteña de entonces, a través de lo anecdótico y de la invención de episodios llenos de intriga en los que afloran las envidias, los resentimientos, las traiciones y las pasiones, muestran hábilmente, desde el ámbito de la novela, la corrupción, el abuso de autoridad, la inoperancia y decadencia del entonces Presidente de la Audiencia, reconocidas por la Historia oficial, y muestran también, con un espíritu fiel al romanticismo decimonónioco, el afán libertario que reinaba en el mundo a raíz de la Revolución Francesa y que caló en las conciencias de los  quiteños a través de las lecturas de los viajes de los criollos y mestizos ilustrados.

        Mientras el narrador traduce lo que piensan y sienten Ampudia y los demás personajes, inserta en su discurso la voz de varios sectores sociales, figuras e instituciones importantes (las autoridades civiles y militares de la Real Audiencia, la ciencia, la Iglesia, el arte, los indios, los mestizos) y así ofrece un panorama sociocultural y político de la época. Por otra parte, la presencia de extensos monólogos en los que algunos personajes, incluido el principal, reflexionan y se confrontan con su rol social y cultural, busca ampliar el discurso y hacerlo polifónico…

        El drama social que involucra a jefes militares, soldados, mestizos, indios, prostitutas, criollos, autoridades españolas, artistas, masones y pensadores como Espejo, parecería condensarse en la conciencia heroica de Ampudia, quien pugna por saber quién es y por asumir su mestizaje, anque para ello tenga que ofrendar su vida. Es el héroe idealista por antonomasia…

        El fenómeno de la bifocalidad señalado por Bajtin, presente en varias intervenciones de los personajes y del narrador omnisciente, refuerza la concepción de Valdano de que los vicios y las tinieblas que han envuelto “secularmente” a los quiteños –léase ecuatorianos- podrían superarse solo cuando se erradique la prisión de la indignidad. En algún momento también Pedro Matías había dicho  que era necesario expulsar  la Colonia de las propias almas. Esto contradice, en alguna medida, la imagen de rebeldía y de descontento popular que se ha transmitido a lo largo de la  novela, y que se resuelve demasiado fácilmente con la  argumentación final de Judiht y del autor: “Yo píenso como él: hay que exorcizar los demonios  que surgen de las sombras del pasado. La historia verdadera de estas tierras y su gente aún no ha sido escrita. Es necesario que alguien la escriba para archivarla definitivamente y liberarnos de ella”. Estas palabras , doblemente metafóricas, hablan de la escritura de la verdadera historia como una práctica, una lucha que lleve a un corte definitivo y a un cambio radical capaz de instaurar un nuevo orden social, exorcizando y venciendo  la iniquidad y la sumisión; y, por otro lado, aluden a una trampa insalvable de la Historia y de su escritura, y es que aquello que pretende ser un acontecimiento  revolucionario, un salto ruptural que sepulte “el pasado”, es, a su vez, inevitable registro y memoria para la posteridad. Los lectores contemporáneos sabemos, además, que la luz que anunciaba el fin de la larga noche no fue lo suficientemente poderosa para sepultar definitivamente las sombras del pasado colonial en el proceso de constitución de la conciencia nacional, entendida ésta como la articulación de un conjunto de valores que giran alrededor del sentimiento patriótico, la unidad nacional, la identidad, desde una  perspectiva ideológica de corte liberal.

        Por las características que distinguen a Mientras llega el día, se puede ver que Valdano ha seguido los rasgos distintivos de la novela histórica que plantea George Lukács y que se resumen fundamentalmente en los siguientes: no moldear como personajes de ficción a los protagonistas reales de los sucesos políticos, ya que éstos deben aparecer como decorados de fondo y pasar subrepticiamente sin monopolizar la atención; convertir los sucesos históricos en eventos ficcionales o hacer que predomine la “trama” ficcional sobre los hechos registrados por los historiadores como históricos: los eventos históricos que se narren o que sirvan de marco a la novela deben haber ocurrido no menos de cincuenta años antes de su escritura; no es importante si los detalles  o los hechos individuales son históricamente correctos o no, pero sí se debe conservar la esencia interna de los hechos históricos representados, aunque  se usen formas de expresión vigentes en la época de la escritura de la novela.

        Por otro lado, la postura de Juan Valdano frente a los hechos históricos recogidos en Mientras llega el día no evidencia una lectura distinta a la difundida  por la historiografía oficial. Ya sea entre líneas o explícitamente, la matanza del 2 de agosto aparece según el enfoque historiográfico tradicional con pocas distorciones. Aparte del papel que todos atribuyen a Eugenio Espejo en el fortalecimiento de la conciencia  independentista y que, como ya se dijo, está recogido en profundidad en la obra, se alude al espíritu emancipador que había caracterizado a los quiteños y a toda la población que actualmente constituye el Ecuador; se presentan los abusos y atropellos de los chapetones y el creciente interés de los criollos que reclaman su derecho a gobernarse por sí mismos; la incidencia de acontecimientos como la Revolución Francesa, entre  los más importantes.

        La figura de Espejo es nuclear en la novela de Valdano. Es una especie d alter-ego de Pedro Matias Ampudia porque prácticamente todos los rasgos que definen y caracterizan a este personaje son los que corresponden al mestizo llamado Eugenio Espejo…
 
        Si bien el médico y periodista quiteño constituye un refrente fundamental en la novela de Valdano, no es él el centro de la acción; se convierte en la sombra tutelar de Ampudia… Pocas son las modificaciones a la biogafía de Espejo que hace el autor de Mientras lega el día a través de Pedro Matías Ampudia. En rigor, este personaje es el continuador  de la labor de Espejo, es su eco. Espejo es un símbolo del que emana una  conciencia social: es el núcleo del que brotan y en el que convergen una serie de circunstancias que ilustran la problemática de su tiempo. En la novela, Espejo es el representante del mestizo ecuatoriano, ese ser atormentado que no goza de la aceptación abierta y decidida de los sectores pudientes por tener un origen humilde y sangre india en sus venas. Es el heredero del apellido Espejo que adoptó su padre al cambiar su originario apellido Chuzig; es el hombre ilustrado, inquieto investigador, precursor en materia política, cultural y periodística en la Audiencia de Quito; el médico y bibliotecario capaz de responder a la altura  de los conocimientos de los jesuitas  y de los avances de la cambiante  ciencia del siglo XVIII.

      Valdano ha querido novelar un acontecimiento social y político trascendental; Mientra llega el día se ocupa de un hecho de interés colectivo, relata la gesta del pueblo quiteño en un momento decisivo de la Historia. Sin embargo, el personaje Pedro Matías  Ampudia navega entre dos aguas, las del romanticismo y las del realismo. Comparte los rasgos del héroe de la novela romántica porque trasciende el mundo que lo rodea y alcanza una doble victoria que lo libera: ha descubierto los secretos sobre su ser y ha sembrado una semilla de libertad. Pero es, a su vez, el clásico prototipo de la novela realista porque él encarna al mestizo: en él se condensa la problemática social y la lucha política de su pueblo, es el símbolo de una búsqueda, el que representa a la masa oprimida.

        Desde una determinada concepción de la ficción histórica, se busca inventar lo anecdótico, la trama novelesca, mas no los hechos históricos en sí mismos. Valdano encuentra en el personaje de Ampudia una posibilidad mayor para la distorsión o invención de la anécdota, que en el personaje de Eugenio Espejo, porque no busca inventar o crear una desafiante versión acerca del insigne médico quíteño ni de la bullente atmósfera de la Audiencia de Quito a fines de la época colonial, sino que pretende, ante todo, una recreación verosímil de lo ocurrido  con la población quiteña; es decir, no ir más allá de lo que la historiografía ha planteado hasta ahora en torno a esa figura  y ese tiempo

La novela de Juan Valdano forma parte de la vasta y variada gama de novelas que ficcionalizan la Historia o que tienen como telón de fondo una época  o un acontecimiento histórico. Como parte del subgénero de la  “novela histórica” en las últimas  décadas del siglo XX, da cuenta  de ciertas modificaciones estéticas presentes en la narrativa de la segunda mitad del siglo XX, así como de las modificaciones en la concepción de la Historia  y de la historiografía. En tal sentido, Mientras llega el día se acerca de modo más exhaustivo al ámbito sociocultural de los diversos sectores o grupos que  conforman la sociedad quiteña de fines del siglo XVIII, toma en cuenta las voces y miradas de los grupos subalternos, los acontecimientos de la cotidianidad, la posible comprensión histórica de individuos anónimos, las debilidades y derrotas de las figuras  prominentes, entre otros aspectos.

En el Ecuador y en América Latina, la novela histórica contemporánea llena ciertos vacíos historiográficos por su papel crítico y transgresor, su intencionado cuestionamiento del poder. Mientras llega el día enaltece las primeras gestas libertarias en el territorio que hoy corresponde al Ecuador, pero, en lugar de centrar la problemática alrededor de los próceres criollos, propone que la verdadera alternativa de liberación no podía provenir de otro sector social que el de los mestizos, verdaderos exponentes del “ser nacional”, desde el punto de vista de Valdano, y por eso la figura de Espejo es emblemática en la novela.

Cabe comparar el cuestionamiento del poder presente en Mientras llega el día con la ironía y la crítica evidentes de Anillos de serpiente (1998), otra novela de Valdano que, si bien no resiste la denominación de “histórica” en estricto sentido, sí revela una preocupación por lo histórico. Está ambientada en el año de 1961. Reinan la agitación social y los discursos demagógicos del líder populista conocido como el Loco o el Profeta. El detective Heráclito Cardona, personaje principal, arriesga su vida para encontrar los responsables del supuesto asesinato de un diputado velasquista. El interés por lo policial y la denuncia política se impone sobre lo histórico, pues a pesar de que se desmonta la lógica del poder y se critican los vicios del velasquismo que han permanecido enquistados en la práctica política del Ecuador hasta el presente, predomina la labor detectivesca. Sin embargo, esta novela de Juan Valdano es un claro ejemplo de pertenencia a distintos subgéneros: el policial, el político, el histórico, el de intriga. 

En América Latina, el acercamiento de escritores y lectores al pasado está signado también por una necesidad de volver a los orígenes, de acudir a las fuentes para entenderse y entender la constitución de las identidades nacionles y en la identidad americana en general.
La Historia oficial había mantenido, y en alguna medida aún mantiene, la preocupación por canonizar y establecer una genealogía de próceres inmaculados, presentando versiones reductoras y maniqueas del pasado; se trataba de una Historia más preocupada por por consagrar que por conocer.

En las últimas décadas, la escritura de la Historia, sea en la novela o en un ensayo historiográfico, aparte de criticar o cuestionar, intenta comprender los procesos o las actuaciones de figuras representativas que contribuyeron a formar las sociedades  actuales. En Mientras llega el día se advierte el interés del autor por adentrarse en la problemática de la identidad, porque la representación y la invención de lo que ocurrió en épocas pasadas supone una aproximación a los rasgos que nos han caracterizado y nos han dado cierta identidad colectiva. Se percibe una preocupación por cuestionar, de alguna forma, el discurso historiográfico oficial y para ello ha optado por un narrador testimonial que cuente la Historia de manera crítica. Pedro Matías Ampudia es el vivo ejemplo del drama social de los mestizos perseguidos y silenciados por las poderosas instituciones coloniales. Juan Valdano retoma la idea de Icaza en El chulla Romero y Flores: el mestizo necesita reconciliar las voces ancestrales que  pugnan en su interior; la identidad de los ecuatorianos es necesariamente plural y debe asumir la diversidad étnico-social que caracteriza  a este país. La otra novela de Valdano, Anillos de serpiente, aunque no corresponda propiamente al género de la novela histórica, plantea el problema de la identidad a partir  de la ética social y pone al descubierto el engaño y la corrupción de las altas esferas gubernamentales y de las elites políticas.

La ficcionalización de la Historia permite a los escritores apropiarse de esa porción de la realidad que es el pasado nacional y regional. Por lo tanto el discurso de la novela histórica contemporánea se inserta en el mismo espacio en el que circulan otros discursos sociales y junto con ellos participa activamente en la construcción de la memoria histórica colectiva. Si la novela histórica del siglo XIX y principios del XX participó activamente en la configuración de la identidad de las nuevas  naciones americanas, desde una perspectiva acorde a la ideología política liberal y una visión positivista de la Historia, la reescritura de la Historia en la novelística contemporánea propone  construcciones de las historias nacionales contrarias al discurso monológico de la Historia tradicional.
Lo anterior supone que los discursos histórico y ficcional contemporáneos enfrentan el concepto de “nación” de manera distinta. La nación deja de ser una comunidad idealmente homogénea, con unidad lingüística, étnica, religiosa, etc. Lo nacional, desde una perspectiva dialógica, pasa a ser un concepto más abierto, que expresa la heterogeneidad cultural y social de una comunidad y que, por otro lado, no puede ignorar y acallar la divesidad de identidades que pueden formar parte de ella. En la novela de Juan Valdano se advierte el interés del escritor por luchar contra la desmemoria y la incapacidad para asumir la identidad social que nos corresponde.

El discurso en Mientras llega el día parecería buscar una revisión crítica de un “mito nacional” y consolidar la identidad nacional interpretando la Historia. Subyace una pregunta sobre por qué somos como somos y se atribuye el origen de la fragmentación y desarticulación actuales a falta de asunción de una identidad mestiza, y a la corrupción que envuelve tanto a los representantes de las cúpulas poderosas como a los representantes de los sectores subalternos.

Este nuevo enfoque refleja, en cierto modo, según lo sostiene Carlos Pacheco, una “estética metonímica”, pues lo visto “desde abajo” o a partir de la “intrahistoria” descubre otras percepciones y construcciones de la Historia  en las que no hay afán totalizador, sino precisamente un propósito concreto, limitado, particular, propio de una conciencia histórica ligada más bien a la cotidianidad.

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(1)        White Hayden, Metahystory; The Histical Imagination in Nineteenth-century Europe. Baltimore: Johns Hopkins University Press. 1973.

(2)        Franco, Jean, Historia de la literatura hispanoamericana. Barcelona, Ariel, 1987. P 103.

(3)        Valdano, Juan, Mientrs llega el día. Quito, editorial Grijalbo, 1990, p. 13.

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·         Framento del ensayo publicado en LETRAS DEL ECUADOR, No. 187 Casa de la Cltura Ecuatoriana, Quito, marzo, 2005. 

JUAN VALDANO Y LA NACIÓN MESTIZA

Una visión crítica de la novela Mientras llega el día*.


Gloria Riera Rodríguez
Universidad de Cuenca, Ecuador
      JUAN VALDANO pertenece a una generación de escritores ecuatorianos que ha desarrollado una fructífera carrera literaria, concentrada en la narrativa y en el ensayo. Su formación universitaria, enriquecida con aportes de la historia, ha nutrido la línea temática de sus obras: un intenso apego a los discursos históricos, marcado por preocupaciones de carácter social y cultural. Como ensayista, (1) Valdano ve al Ecuador como un ente histórico que se ha ido configurando por siglos entre un cúmulo de coincidencias y discordias internas y externas, en busca siempre de su definición. Reflexiona sobre las formas de cultura a partir de los valores e ideologías vigentes en nuestra sociedad. Su novela Mientras llega el día (1990) aparece luego de que el autor ha rondado por el panorama histórico-literario del país y, mediante él, ha cuestionado las dimensiones culturales del quehacer literario de la nación. Sus obras posteriores caminan, de forma similar, por la frontera verdad/ficción, siempre deseosas de desentrañar los resortes identitarios de la nación ecuatoriana.

Mientras llega el día (2)  se concentra en los hechos que ocurrieron en el actual Ecuador, el 2 de Agosto de 1810. Lo que acaeció en dichos momentos, en realidad, fue la consecuencia de una serie de acontecimientos anteriores que comenzaron con la instalación de la Primera Junta de Gobierno Soberana en Quito, el 10 de Agosto de 1809. El antecedente histórico relata que en 1808 llegó a Quito a ocupar el cargo de Presidente el Conde Manuel Ruiz de Castilla, comandante del pelotón de ejecución de Túpac Amaru. El  10 de Agosto del siguiente año, un grupo de quiteños lo destituyen, le comunican la decisión y la conformación de la Junta Suprema que actuaría sin intervención de la Corona española. Meses más tarde, Ruiz retomó el poder y todos quienes habían participado en el movimiento fueron perseguidos, encarcelados y asesinados en una matanza hartamente recordada, sucedida el 2 de Agosto de 1810.

     Desde Pedro Matías Ampudia, un mestizo de sólida formación intelectual, heredero y discípulo de la doctrina de Espejo, la trama hilvana una serie de aconteceres enfocados en la búsqueda de los cabecillas del movimiento que se atrevió a deponer al representante del gobierno español meses atrás. El militar Bermúdez encabeza la persecución ya que Montejo –gobernante regente, vetusto y enfermo– es incapaz de llevar a cabo tal acometido.Mientras tanto, en el ambiente quiteño, descrito en su cotidianidad, las ideas libertarias están encendidas como mechas a punto de estallar. Personajes de distinta raigambre sienten la rabia por la prisión de aquellos líderes y desean liberarlos como parte de su sentir herido por el dominio español. Uno de esos personajes populares que destaca es Judith, pareja de Ampudia. Junto con los demás, urde una serie de hechos para liberar a Ampudia –capturado ya– y a los demás prisioneros. La recuperación de los encarcelados, sumada a la vorágine de los soldados de Bermúdez, desemboca en un cruento episodio que culmina con la muerte de muchos civiles, entre ellos, Ampudia. ¿Qué connotaciones presenta esta muerte final y los episodios imaginados por Valdano?, ¿qué novedades trae la reiteración de un hecho histórico hambrientamente visitado por el archivo?

     Es importante partir del significado que tiene esta “revuelta” en la conciencia histórica ecuatoriana y con qué perspectiva encarna Valdano el acontecimiento. De hecho, la forja de la identidad de este país tiene un fuerte cimiento en este suceso. Quito, Luz de América, capital de los ecuatorianos, ostenta ese inmenso adjetivo apoyándose en el documento histórico que la convirtió en un pueblo precursor por antonomasia. Como hecho fundante, ha sido un acontecimiento que ha concitado también innumerables atenciones del historiador. Uno de los ejes de estudio ha sido la filiación de los protagonistas que proclamaron la Primera Junta de Gobierno en 1809 y el significado posterior del hecho. Las primeras obras históricas dieron por hecho intangible que las voces preclaras del movimiento eran nobles quiteños criollos. (3) Esa visión redominó por muchos años. Solo más tarde, Roberto Andrade en su Historia del Ecuador (1937), desde una posición menos conservadora, concluye que los verdaderos revolucionarios de 1809 fueron los sectores populares e intelectuales, y que los criollos traicionaron la causa libertaria. Manuel María Borrero, en 1962, con ocasión del sesquicentenario del 10 de Agosto, concluye igualmente que los héroes de este grito fueron “los letrados y jurisconsultos, los militares criollos, la gente de poca fortuna, industria y comercio”.(4) No son las únicas interpelaciones, pero son las que posiblemente inquietaron más a Valdano. Y lo hicieron porque tras la filiación requerida de los verdaderos protagonistas del movimiento se apareja un conjunto de contenidos decisorios que justifican nociones de poder. Es conocido que los herederos directos o indirectos de los primeros patriotas criollos utilizaron su origen como signo de casta y prestigio, y es conocido también que las posiciones históricas muchas veces se enclaustraron en perspectivas conservadoras, defensoras de la tradición. (5)

       En la novela de Valdano, el movimiento pre-independentista que se narra no es visto como una manifestación de un incipiente nacionalismo americano de raíces criollas, sino como un movimiento eclosionado por el ardor de un colectivo mestizo, que busca superar viejos agravios. Aunque al principio los criollos llevan la batuta del reclamo, posteriormente ellos traicionan los anhelos libertarios: 
“Yo no le pediría a él ni a ningún criollo rico un solo céntimo por la causa de la revolución. Buena experiencia tuvimos con marqueses y marquesitas. Ellos atendieron más a la vanidad que a su libertad. […] ¿Acaso el pueblo, ese pueblo sucio de los barrios de Quito no pueden hacer revolución sin contar con los marqueses? […] el pueblo de esta ciudad no es manso ni sufridor como en otras partes”. (6)

    Tal es así que la referencia a sucesos anteriores como la revuelta de los estancos –de verdadera matriz popular– es mencionado como un importante referente. En consecuencia, y con una lúcida visión contrahegemónica, el autor parece decir que el momento que realmente merece ser recordado no es la Junta inicial promovida por criollos, sino el valor popular desplegado en los acontecimientos de aquel lejano 2 de Agosto. Y los héroes que deben recodarse no son los laudados de siempre, sino un compuesto popular encabezado por su ficcional Ampudia.

     En consonancia con esa visión renovada de la historia, de la revuelta que narra la obra, surgen los personajes de la novela. Los criollos tan celebérrimos actúan, en la obra, como personajes secundarios. Los protagonistas son mestizos, indios y gente del pueblo. El que encabeza el reparto es Pedro Matías Ampudia, hijo de padre español y madre india. Nació en una cuna totémica, en medio de cerros y apadrinado por el fuego de los volcanes. Su protagonismo viene a representar a todas las voces medias, gestoras de la epopeya que marcó el paso hacia lo que más tarde sería la independencia definitiva. Con esta figuración, Ampudia, el protagonista de la obra y quien ejecuta y sufre la mayoría de las peripecias, sería el representante de lo que Lukacs denominó el “héroe mediano”, (7) un personaje que se encuentra entre el individuo que se esconde en la masa y el prócer de la nación recordado por los libros oficiales. Los otros héroes que merecen recordarse son también populares. En ese conglomerado resalta la astucia de Judith para reprimir las fuerzas coloniales y atacarlas desde sus puntos débiles: arrogancia y lujuria. Los mestizos Florencio; Pacho, el sacristán; Pablo Salas, el escultor de oficio; y todas esas mujeres de fe quienes convocan a esas voces marginales que la memoria oficial olvidaba y que Valdano celebra. El autor no olvida mencionar a un personaje indígena, Julián, mensajero discreto, iluminado, es recreado como un actor con clara conciencia de su condición y del significado de la revuelta pre-independentista: “Todos los indios, queremos dejar de ser bestias de carga y si la revolución es libertad […] hay esperanzas de que los indios volvamos a ser humanos”. (8) Tan clara es su percepción de los hechos que, cuando comprende que los ideales de todos los indígenas se secundarizan, deserta de las lides de los mestizos.

      La importancia de estas alusiones es que coinciden con los modernos estudios históricos que destacan cómo el Quito de ese entonces se movió con el vaivén que la agitación social colectiva produjo. En efecto, este período que se extiende hasta 1812 tiene como seres hegemónicos a los habitantes de los barrios populares poblados de mestizos y de indios, “en especial San Roque, San Blas y las carnicerías, en la actual Plaza del Teatro”.(9) Valdano logra captar esa imagen de convulsión con su texto:
“Grupos de vecinos de cada barrio se han reunido secretamente y a puerta cerrada en conventos. Todos se preparan para este viernes. Los herreros están forjando lanzas, espadas, picas, machetes, cuchillos. Los armeros están desherrumbando trabucos, fabricando escopetas y los sastres han dejado sus obras habituales y ahora se han puesto a hilvanar banderas rojas. Quito se ha convertido en una gran fábrica de la revolución”. (10)
      Este ambiente de agitación social que alcanzó hasta la instalación de la Segunda Junta Soberana, según lo dicen las fuentes, vio morir a centenares de personas en las calles de la ciudad. La obra rinde culto a esta presencia al asignarle una preeminencia notable y al concebir su texto desde la conmoción que generaron los eventos del 2 de Agosto, sustrato de los acontecimientos posteriores. Un procedimiento retórico ayuda en esta evocación: la presencia de las coplas que inauguran cada capítulo. Muchas de ellas son de extracción eminentemente popular. Son voces anónimas posibles –y reales– que circularon por la capital y están llenas de ese sentimiento de rebeldía, de sapiencia, instigadoras por ese carácter y presentes por ese efecto.

      Pero Valdano no busca crear una visión idealizada de los mestizos con el protagonismo que les asigna. También destaca ese otro lado, el oportunista y vivaracho, el ruin y cobarde, representado con especificidad en la vieja Candelaria, el bachiller Guzmán y Melchor. Recordemos que el mestizo no existe como un bloque homogéneo, ya que no solo puede ser entendido como una categoría biológica sino también social y cultural, vacilación que toma en cuenta el novelista. Como categoría identificatoria, el término está cargado de bipolaridad y contradicciones que el autor muestra al traer a colación ese sentimiento de vacilación, de duda, de identidad conflictiva, que marca las acciones de sus personajes. Por eso mismo, esos “otros” mestizos demuestran que la conciencia revolucionaria no calaba por igual en todos los grupos y que, unos cuantos (¿muchos?), podían sacrificar todo el afán común por sus empeños personales. Candelaria, Celestina infortunada, es presa todavía de una ideología colonial dependiente a medio camino con las nuevas inquietudes –como el personaje de Rojas, lleno de manchas medievales– y que exhibirá con ello toda la mentalidad conservadora posterior.A través de Guzmán, el ilustrado, el que anteponía Bachiller a su nombre,Valdano presenta una muestra literaria de cómo la incertidumbre identitaria (11) (ese enfrentamiento entre el ser y la apariencia) podría ser resuelta con el uso del disfraz, una estrategia que permite ocultar el verdadero rostro.Herencia patente de Icaza, este chulla asume su identidad desde el arte de la simulación, entre el ser y no ser. Con ello, Valdano configura una sociedad plural, donde las formas de asumirse y entenderse se diversifican y, sobre todo, da a entender cómo adquirir esta conciencia establece las bases ideológicas de la emancipación de las colonias.

     Para explicarlo mejor regreso a la novela. En ella leemos que, pese a la autopercepción manifiesta de subyugación que sienten las clases mestizas, se encuentra el dilema constante de la autodeterminación del mestizo, que divaga entre la matriz nativa y la matriz colonial. El mestizo es entendido como el ser bastardo que no sabe si amar su origen o aborrecerlo. Pedro Matías ayuda de manera precisa al autor para examinar estos resortes. El novelista lo trabaja –intencionalmente entiendo yo– desde la complejidad de su identidad. En momentos de la narración pone en su boca la irrebatible conciencia de su ser mestizo: “Resulta evidente que no soy un hispano como mi lejano abuelo, don Juan de Ampudia; ni tampoco soy un indio como mi antepasada mama Nati”. (12) En otros pasajes, Pedro Matías se asume como criollo: “Él me miró sorprendido, pues no era usual que un chapetón o criollo ofreciera su mano a un indígena”, (13) e incluso se describe como descendiente directo de una virgen del sol.

      La evocación identitaria atestigua el verdadero sentido de libertad que añoran las nacientes repúblicas, porque ¿qué significa para un americano mestizo emanciparse, como hijo rebelde, de los lazos maternos?, ¿puede en realidad hacerlo?, ¿de qué o de quién busca marcar distancia? Independencia o justicia, he aquí los móviles de la acción revolucionaria. Valdano se inquieta con su personaje porque desea precisar si la independencia debe ser tomada como un afán de justicia –que busca el mestizo por no ser tratado igual que un español–, o si es un sentimiento de venganza el que lo alcanza por todos los desórdenes que sufrió su progenie, su parte india. Luego analiza que la independencia no puede ser entendida como justicia porque para el indio no existe cambio en su condición, y que no puede ser venganza porque, como dice el padre del personaje, un Ampudia no puede vengarse contra sí mismo. Esta incertidumbre es muy similar a la que vive el Miranda de Romero según lo revisado. Pedro Matías resuelve el dilema desgajándose de ambas sangres, llegando a convertirse en un huérfano de todas las sangres.En su resolución fue factor importante Eugenio Espejo. Aquel, un precursor ilustre de la independencia del país, emergió como sombra del pasado, y en el delirio y éxtasis de Ampudia le hizo entender que esas contradicciones y las sombras inicuas del pasado son las que deben eliminarse: “Hay que exorcizar a los demonios que surgen de las sombras del pasado, solo así se puede empezar el nuevo camino de libertad”. (14).  Quizá, de esa manera es cómo Valdano entiende el sentido de la independencia en nuestro presente.La orfandad que él concita en Pedro, explicada y justificada históricamente, ayuda en la emancipación. Al apuntar que en la sociedad colonial ese sentimiento de ausencia del padre era sostenido por el indio, el mestizo y el criollo, y que la sociedad misma se sentía ilegítima (15) (el indio lo era porque se había quedado sin su gran protector inca, el criollo porque constataba cada vez que su “madre patria” no lo trataba con la deferencia que él aspiraba, y lo era el mestizo por la literal ausencia del progenitor quien debía cubrir su desliz con la india), invoca una ambición profunda de dejar de serlo. Luego,la orfandad es la piedra que dará sostén al nuevo orden, porque implica superar los vestigios de ese olvido paternal y configura a un nuevo ser, a un ‘otro’ renovado que labra su propio destino y forja una nueva filiación, de esa manera deja salir el agua estancada de sus angustias que por tanto tiempo le habían impedido caminar. Vista así, la novela paraleliza el movimiento político –Independencia– con un movimiento cultural –mestizaje– para desarrollar una conciencia crítica de lo nacional, que parte de la autoidentificación del yo frente a la alteridad y se constituye de esta manera en una estrategia cognoscitiva y ontológica del ser.

     Temporalmente hablando, la novela establece un diálogo constante entre el presente de los personajes y su futuro, tiempo que es el presente del lector y, en algunos momentos, también del narrador. En otros episodios, incluso se pierde la línea que separa el presente del futuro, presente que es para nosotros pasado. Esta conversación de los tiempos puede ser seguida por dos caminos. El primero, nos lleva a considerar la historia de lo nacional desde un pasado que ha seguido una ruta que no puede obviarse para continuar transitando por él. No se trata de un sentido teleológico, sino más causal, puesto que ese trecho común nos aúna con el pasado. El segundo trayecto busca dejar claro el peso de aquellos momentos germinales en la conciencia de los ciudadanos: recordando a los héroes se mitifica su acción y se los convierte en seres que todavía modelan a los ciudadanos del presente, así lo leemos bajo las letras de un claro anacronismo: “Es posible que morir por una causa justa no sea morir del todo. Al menos nos recordará la posteridad”. (16)

     La obra de Valdano, para culminar, está más concentrada en un punto geopolítico, a diferencia de la de Romero, porque establece su bastión con exactitud. Con tal visión, ancla la fundación de la nación ecuatoriana desde la memoria de los sucesos trágicos de 1810, no desde el orgullo de la Primera Junta Soberana. Este dolor está fraguado con preeminencia por la sangre de la población común, mestiza, chola, que circunda la ciudad y, por supuesto, la de los criollos. El heroísmo, las virtudes y los sacrificios de los ancestros de los quiteños se convierten en una gesta que enriquece, renueva y afirma como grandioso el tan mentado Primer Grito de Independencia no por los orígenes que lo instalan, sino por el despertar que propicia en un colectivo. El hecho es digno de rememorarse en cuanto confirma el rol de la capital en su condición de pionera y en cuanto considera un interesante punto de vista sobre el significado de la gesta independentista: “es necesario expulsar la colonia de nuestras almas. Liberarnos de ella, con todos sus prejuicios y taras, debe ser también liberarnos de una parte odiosa de nosotros mismos”.(17) Pensar la Independencia desde una visión contrahegemónica, es ya pensar distinto.
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NOTAS:
 1. Su inquietudes culturales se plasman en ensayos como: “La nación ecuatoriana como interrogante” (1969), Panorama de las generaciones ecuatorianas (1976), La pluma y el cetro (1977),  Ecuador, cultura y generaciones (1985),  Prole del vendaval, ensayo sobre Sociedad, Cultura e Identidad ecuatorianas (1999), “Generaciones e ideologías en el Ecuador”, (2003). A ello se debe sumar su ensayística en torno a textos literarios: Humanismo de Albert Camus (1973), Léxico y símbolo en Juan Montalvo (1980), “Introducción a la obra de Juan Montalvo” (1981), “Pecado y expiación en Cumandá: Elementos de una visión del mundo trágica” (1992).
2.. Juan Valdano, Mientras llega el día, Quito, Libresa, 1990.
3. Me refiero concretamente a la obra de Pedro Fermín Cevallos, Historia del Ecuador.Resumen de la historia del Ecuador desde sus origen hasta 1845.
4. Borrero, La Revolución Quiteña 1809-1812, p.7, cit. por Carlos Landázuri, “Balance historiográfico sobre la Independencia en Ecuador (1830-1980)”, en Procesos: revista ecuatoriana de historia, No. 29. Quito, primer semestre de 2009, p. 173.
5. Carlos Landázuri cuenta que el oficialismo de fines del XIX trató de ignorar la obra histórica de Roberto Andrade –tildado de liberal apasionado– porque esta no situó en un papel preeminente, en el movimiento independentista, a los criollos tradicionales.Manuel María Borrero publicó Quito, Luz de América tiempo después y llegó a similares conclusiones que Andrade. Y “como Borrero descendía de prominentes familias coloniales, entre las que hubo patriotas y realistas, los de su clase, la de los antiguos criollos, lo podían considerar no solo enemigo sino traidor. ‘Del monte sale quien el monte quema’ habrían podido decir algunos de los que se sintieron afectados por sus escritos” (p. 173). Para colmo, por los años de publicación de esta obra (1959) gobernaba el país Camilo Ponce, conservador heredero de la vieja aristocracia. Él apoyó las tesis en contra de esta obra y, conjuntamente con el Ministro de Educación, se encargó de “defender la tradición” buscando amparar “los ejemplos que nos da la historia y que son constitutivos de nuestra nacionalidad” (p. 173). La Academia Nacional de Historia dio un dictamen opuesto a la obra de Borrero y otras visiones revisionistas permitiendo con ello el rescate de la tradición creada por Pedro Fermín Cevallos.
6. J. Valdano, Mientras…, p. 93.
7. Cit. por Claudio Maíz, “Releer la historia. La novela hispanoamericana de la conquista”, Cuyo, CONICET, 2003, p. 161.
8. J. Valdano, Mientas…, p. 76.
9. “Efectivamente rara puede suceder que trastornado el orden antiguo por la exaltación de los ánimos, dejen de cometerse los delitos que son consiguientes al frenesí de un Pueblo que habiendo roto el freno de la obediencia, da un libre vuelo a sus pasiones” (Cristóbal Garcés, en su testimonio sobre la época, Expediente 12, p. 225 cit. por Pablo Ospina Peralta, “‘Habiendo roto el freno de la obediencia’. Participación indígena en la insurgencia de Quito, 1809-1812”, en Procesos: revista ecuatoriana de historia, No. 29, Quito, I semestre de 2009, p. 73.
10. J. Valdano, Mientras…, p. 154.
11. “En la sociedad colonial quiteña, criollos y mestizos, sin pretenderlo ni saberlo, resultaban ser trasuntos de los patéticos personajes de la picaresca española. Y es que entonces –como ahora– el adoptar un disfraz, aquel que a cada uno le conviene, no solo llegó a ser un arte –el de la simulación– sino que además se convirtió en una suerte de ética de emergencia, en una necesidad de supervivencia”. (Juan Valdano, Identidad y formas de lo ecuatoriano, Quito, Eskeletra, 2006, p. 124).
12. J. Valdano, Juan, Mientras, p. 85.
13. Ibíd., p. 79.

14. Ibíd., p. 286.
15. J. Valdano, Identidad y formas de lo ecuatoriano, p. 129.
16. Ibid. p.202.
17. Ibid. p.297-

*Tomado de KIPUS, No. 26.  Revista Andina de Letras. Universidad Andina "Simón Bolívar". Quito.  2009.