miércoles, 29 de octubre de 2014

UNA NOVELA POLICIAL DE JUAN VALDANO

                 Novedades y audacias de Anillos de serpiente

                                      Jorge Dávila Vázquez

La novela policíaca

En el Ecuador no existe una tradición de narración policíaca, aunque en algunos textos, como en Un hombre muerto a puntapiés de Pablo Palacio o en Sueño de lobos de Abdón Ubidia se desarrolle, de algún modo, una encuesta policial o una trama de suspenso y acción, respectivamente. El caso concreto más reciente de una novela policial pensada y escrita como tal, antes de la de Valdano, es la de La reina Mora de Santiago Páez. ¿Por qué la ausencia del género en nuestras letras? Quizás porque la sociedad siente a las fuerzas del orden como una de sus mayores debilidades y la ficción no lograría sustentarse en el referente de un mundo en que campea, casi siempre, la impunidad, no por la falta de voluntad de quienes llevan las investigaciones, sino por las carencias de medios de los investigadores, y quién sabe si, en muchos casos, por la falta de conocimientos y preparación también.

La novela de Valdano

Lo policial
Anillos de serpiente es, sin duda, una novela policíaca: la muerte aparentemente natural del caudillo político del pequeño pueblo de Todosantos, Fico Farah, desata una ola de recelos, que desemboca en una encuesta ordenada por el mismísimo ministro de gobierno sobre su posible asesinato, como fruto de una conspiración política. Los avatares de la investigación los llevarán sobre sus hombros dos personajes sumamente pintorescos: el licenciado Heráclito Cardona, un burócrata que viene de la capital, y el comisario del lugar; Tiberio Sangurima, especie de versiones criollas de Holmes (incluso el protagonista dice que, para su mujer, él es un Sherlock Holmes) y Watson.

Los pasos que se siguen en el desarrollo del acontecer, las entrevistas con los personajes claves tales como Mary Morán, la viuda; Bruno Favri, el oponente político de Farah, médico de inclinaciones socialistas; la misteriosa viuda Corina, encarnación de la decadencia y la sex appeal de otra época; las intrigas secundarias, las pistas, las amenazas, los enfrentamientos, la violencia que llega a lo brutal, a lo mercenario; la persecución final de los culpables, todo forma parte de una trama policíaca.

Otras características que permitirían incluir el libro dentro del subgénero que nos ocupa son el modo sistemático, ordenado como Heráclito va develando lo que él piensa que es verdad, ante el asombro de Tiberio, que pasa lentamente de la indiferencia y el escepticismo a la admiración; la típica caracterización de los involucrados, con rasgos casi expresionistas: las femmes fatales: Mary con su toque de viuda alegre, Corina con su si-es­-no-es de madame jubilada de algún inverosímil burdel; María, con su aire ambiguo, entre la inocencia y la revancha, Rosana con su carga de misterio y de dudas; los villanos: el manipulador coronel Colbert, el arrogante Tigre, el corrupto Farah; el insignificante Ornar el Bizco.

El investigador, cuya pintura está, a no dudar, inspirada en los personajes del tipo que nos ha dado la pantalla, en especial aquel con un corte a lo Humprey Bogart, un poco cínico, frío, con un leve matiz donjuanesco, un acentuado gusto por el alcohol y el cigarrillo, y hasta un rasgo externo clásico como el sombrero Borsalino, ligeramente ladeado.

Por tanto, bien podríamos concluir que se trata de un ejemplo de lo más cabal del relato policíaco entre nosotros. Bien logrado, cuidadosamente estructurado, de estupenda factura, tanto en lo que tiene que ver con la peripecia, como con los personajes y los ambientes, cuya pintura es de excelente calidad, piénsese sino en la evocación de la atmósfera de la casa de Fico Farah, en el parquecito de Todosantos, en el "Gato Negro" o el "Exclusive Club". Un libro de intriga, agradable y hasta fácil de leer, entretenido, escrito en lenguaje vivo, dinámico, un poco irrespetuoso, como suele ser el que se usa en el género policial.

Lo político y lo social

Pero una lectura que se quedara en los atractivos de la obra como un ejemplo de novela policíaca, omitiría tal vez lo medular de este libro, su profunda connotación político-social.

Es tal el impacto que ha sufrido Valdano por la corrupción política que ha atravesado el país en la última década (la de 1990), que nadie que se acerque al texto con la necesaria perspicacia puede pasar por alto las referencias inmediatas, aunque el autor haya querido alejarse al modo de Brecht de lo próximo, ubicando el desarrollo del relato en 1961, durante la cuarta presidencia de Velasco Ibarra.

Cierto que muchas acciones externas a la ficción corresponden a ese momento histórico, pero las referencias inmediatas son innegables; por ejemplo, Fico Farah es claramente reconocible en el último de nuestros caudillos populares, pues su caracterización física, la voz, los rasgos, la preparación intelectual, los discursos, su propensión a la corrupción, por supuesto hiperbolizada en el nivel ficticio, se corresponden con una imagen de todos conocida. Y lo mismo podemos decir de El Tigre que revela las características de otro personaje muy conocido de nuestra política, solo cambiando la especie animal usada como metáfora, muy levemente.

La manipulación de la realidad, la falta de escrúpulos, el abuso del poder revelado en Colbert, quien aparentemente es el rico propietario de una empresa de fachada muy correcta, pero por cuya puerta trasera sale el contrabando a las "bahías"; la protección, el encubrimiento del Estado a más de un ilícito; los intereses oscuros; la politiquería y la burocracia; la situación de miseria de la gente, pintada en múltiples momentos del libro, la insistencia en la soledad de los ancianos, en su desamparo, que busca simples o extrañas evasiones, la fuerza de la reacción popular ante la mala  y corrupta administración pública, todo resulta turbadoramente cercano y conocido, e inscribe al libro entre los más beligerantemente sociales de nuestra literatura.

En contraste con los aspectos negativos de lo político-social, hay que destacar que se eleva la figura de apóstol laico de Favri, un hombre honesto que solo aspira a aliviar el dolor, ya sea físico, ya social, de su pueblo. Y también la conmovedora caracterización de Heráclito, que luego de una carrera de trepador, como la de innumerables burócratas, llega a enfrentarse consigo mismo y decide cambiar el rumbo de su vida. Aunque nunca vemos a Diego, el hijo, su constante evocación, su encuentro en el joven estudiante que muere -en los brazos de Cardona- durante las manifestaciones, constituyen uno de los resortes de cambio fundamentales en el desarrollo literario de la personalidad de su padre, el protagonista.

Lo literario

Pero tampoco podemos quedarnos en estos importantísimos aspectos del libro, aunque constituyen lo medular de su desarrollo, pues Anillos de serpiente es, por sobe todas las cosas, una obra literaria, un texto que revela un minucioso trabajo de Valdano en diversos planos de la palabra y el imaginario narrativo, por ejemplo:

El uso de una lengua apropiada para cada estrato social de los personajes, todas ellas construidas con una versatilidad y una frescura muy interesantes. Cuando se trata del protagonista, no se ahorran discretos niveles líricos.

La caracterización de los personajes, la mayoría de los cuales está estupendamente pintado, con un sentido de autonomía, de vida propia y hondura psicológica y humana, que resultan sus mayores aciertos. A veces, como en el caso de Jonás, el estrato mítico hace su irrupción en el texto con fuerza.

La ambientación, que está llena de rasgos realistas, pero también intensamente poéticos; recuérdese, por ejemplo, cuando al hablar de los árboles del parque del pueblo dice que son "bulliciosas catedrales de cotorras", o el modo ejemplar como crea la atmósfera decadente, fantasmal de "El gato Negro".

La estupenda y dinámica narración de los hechos en todo el libro, en especial en la secuencia nocturna que ocurre en “El Gato Negro" que resulta el momento culminante del acontecer, como una suerte de metáfora de la evocación de los muertos, que traían los
La estructura que, en apariencia, es lineal, convencional, pero que está salpicada de flash backs, de vueltas hacia el pasado, concebidas con un dinamismo, una agilidad y una aparente espontaneidad, en los que cabe reparar cuidadosamente.

El uso simbólico que da título a la obra: Milla, el representante del poder corrupto, se sienta (o se asienta) en un sillón con patas de serpiente; el protagonista sueña que una serpiente oprime a un niño indefenso (¿los inocentes?, ¿los pobres?, ¿los jóvenes?, ¿la patria?); en el parque del pueblo, como en el jardín del Edén, se enrosca una serpiente; Corina dice a Heráclito que está metiendo las manos en un nido de víboras, y ella lleva un colgante con una serpiente; el "Exclusive Club" es definido como "el santuario de la gran víbora"; la escritura de la crónica de la encuesta sobre Farah es para el narrador-protagonista una liberación de su vieja pesadilla de la serpiente.

Por último, el libro resulta, hacia el final, un conmovedor homenaje de un escritor a otro, de Juan Valdano a Pedro Jorge Vera, el eterno combatiente, mencionado más de una vez en el texto, y que en el epílogo resulta el elemento redentor del burócrata que logra salir del círculo vicioso de su trabajo inútil y propenso a la corrupción.

Hay en esta atractiva y singular novela de Juan Valdano, como en toda producción literaria de trascendencia, una múltiple posibilidad de otras lecturas; pero las que hemos insinuado en estas páginas, pueden ser caminos para llegar a uno de los libros más interesantes, ricos y sugerentes de la narrativa ecuatoriana de hoy.
1998.

* Prólogo a Anillos de serpiente; edición de Libresa. Quito, 2003.


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