Juan Valdano
Aquellos ecuatorianos que nacieron entre los años 80 y finales
de los 90 del siglo XX y que hoy (2016) andan entre los veinte y treinta años
de edad conforman una generación emergente en cuya formación gravitaron las circunstancias
sociales, políticas y culturales por las que atravesaron el país y el mundo durante
esa crucial etapa histórica. Es una generación que hoy busca relevar a las más
adultas que, por ahora, tienen en sus manos la conducción de la sociedad. Este novísimo
elenco de hombres y mujeres, si bien bisoño, nada tiene de aprendiz; al
contrario, y no obstante sus cortos años, se ha preparado a conciencia, sabe tantas
cosas nuevas, pues mucho tiene que decirnos y mucho que enseñarnos a nosotros
los viejos.
Esta generación a la que me atrevo a llamarla Generación del
punto com (pues llegó de mano de la Internet), ostenta un pensamiento y un talante
propios, es dueña de excepcionales aptitudes vitales e intelectuales y posee un acervo de habilidades
y conocimientos científicos y tecnológicos, como nunca antes había exhibido
generación alguna en el pasado. Está preparada para asumir los retos y
responsabilidades que le corresponden en la sociedad que la formó.
A partir de la segunda mitad del siglo XX el mundo
contemporáneo experimentó una paulatina aceleración de su ritmo histórico.
Hechos inéditos y globales trastrocaron nuestra tradicional sensación del
tiempo: irrupción de la bomba atómica, final de la guerra fría, comunicación
satelital, redes sociales y consolidación de la aldea global… Hoy se vive con mayor
premura y muy poca paciencia. Todo caduca más rápido y aquello que hoy pasa por
dogma, mañana será fábula. Circunstancias como las evocadas han provocado que los
intervalos generacionales se acortaran y los ciclos vitales de la población se aceleraran.
Fanáticos del récord, los adolescentes de ahora acumulan en sus cortas vidas
más riesgo y experiencia que en los demorados días que morosamente trajinaron
sus abuelos. Ello explica que nuevas olas generacionales con ilusiones y gustos
afines irrumpan en la vida de la sociedad ya no cada 30 años como antes sucedía,
sino en lapsos más cortos.
Esta es la generación de los “indignados” e inconformes. “¿Por
qué –se preguntan ellos- si estamos mejor preparados no accedemos a un trabajo
digno? Marginados de la construcción del futuro vegetamos en la desocupación”.
¿Democracia, justicia, libertad de pensamiento, participación social? ¿Existen,
en verdad, todos estos valores o solo son gastadas palabras en boca de los
políticos? Triste es reconocerlo: aquellos que llegan empiezan a descreer en esos
valores que siempre guiaron nuestra convivencia ciudadana. Su decepción surge
cuando constatan que otros jóvenes sufren persecución y cárcel cuando, en las
calles, expresan su inconformidad; o cuando observan el espectáculo que ofrecen
los personajes de nuestra comedia política. ¿Es esto democracia?, se preguntan.
Cabreados –y con razón- aquí, como en
otras partes, los jóvenes claman: “¡Democracia real, ya!”
Publicado en Diario El Comercio de Quito (6 de Abril 2016)
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